La música es más que un arte, es un complemento para disfrutar la vida, para sentir con más intensidad las emociones de la cotidianidad y lo excepcional de los momentos especiales. En las largas noches de invierno, históricamente las familias escuchaban música a la luz de una hoguera, pero debía ser un momento breve e intenso, pues el frío y la oscuridad enviaban a las personas pronto a casa. La llegada de la primavera marca un cambio drástico, los días empiezan a hacerse más largos, la luz del sol dura más, el clima se atempera y la naturaleza despierta.
En la Antigüedad, la primavera representaba simbólicamente la «renovación». Por ejemplo, para los mitos clásicos grecolatinos, el dios sol Apolo dormía desde el otoño y volvía con todo su esplendor en la primavera. También Perséfone, la esposa de Hades, volvía en primavera a ver a su madre, Deméter (la diosa de la naturaleza) que feliz de recuperar a su hija por la mitad del año, hacía que todo reverdeciera, se rejuveneciera, volviera a la vida.
En Egipto antiguo, la subida primaveral del Nilo se llevaba todo, incluso casas al borde de su orilla, pero ello era celebrado como una oportunidad de reconciliación y recomienzo en la vida.
Este evento natural, el que la naturaleza «despierte» de su aletargamiento invernal, siempre fue festejado con festivales, música y danzas. Y este espíritu de fiesta sigue permeando en la actualidad a la llegada de la primavera.
En lugares tan diferentes como China, en que la Fiesta de la Primavera es un festejo sin igual el resto del año, es el festival del comienzo del año, del ciclo lunar, de la renovación y del ciclo entre siembra y cosecha, o como Japón, en que la semana misma del equinoccio de primavera es el de la visita de las tumbas de los antepasados al tiempo que se celebra la fiesta del cerezo, que es la flor representante de esta temporada del año, o incluso tan cercanos como Madrid, en que alquilar un sencillo apartamento nos puede permitir disfrutar de festivales pletóricos de música, lectura, diversión y ambiente festivo en general, o tan lejanos como México, en que aún se puede observar en una pirámide prehispánica la sombra de una gran serpiente que avanza hacia abajo, únicamente el día del equinoccio de primavera.
La llegada de esta temporada se celebra con comida y postres especiales, con danzas y sobre todo, con música. La sensación de renacimiento, vida, sol y felicidad asociada a la naturaleza que sale de su sueño invernal, sin duda alguna tiene un poder simbólico que puede asociarse fácilmente a la emoción placentera que produce la música.
De ahí que tanto en el pasado como en el presente, la música y la primavera parezcan estar destinadas a darse la mano y generar sensaciones felices y agradables en personas de todas latitudes.