Hay personas que tienen una gran facilidad para el baile. Les resulta muy sencillo moverse al ritmo de la música. Sin embargo, a otras, aun yendo a clases de baile, les resulta más complicado. ¿Sabías que se debe a la genética?
Un equipo de investigadores que trabaja en genética humana encontró diversas variantes genéticas relacionadas con la capacidad para movernos al compás de la música.
Cuando bailamos, producimos neurotransmisores que están relacionados con el afecto, como las endorfinas y dopamina. También producimos oxitocina: una hormona que propicia la empatía e incrementa la confianza entre las personas.
La genética y la musicalidad
Moverse a tiempo con el compás es un componente fundamental de la musicalidad. La capacidad de las personas para sincronizarse con un ritmo musical es un rasgo complejo heredable.
La investigación publicada en Nature Human Behavior explicó que muchos de los genes asociados con la sincronización de latidos están involucrados en la función del sistema nervioso central, incluidos los genes que se expresan muy temprano en el desarrollo del cerebro y en áreas subyacentes a las habilidades motoras y auditivas.
“Reunimos a un equipo internacional de colaboradores con experiencia en genética humana, cognición musical, biología evolutiva, neurociencia y musicología para integrar nuestro conocimiento en este espacio”, comentó en Twitter Reyna L Gordon, coautora de la investigación, profesora asociada en el Departamento de Otorrinolaringología y codirectora del Vanderbilt Music Cognition Lab.
El ritmo no solo está influenciado por un solo gen, está influenciado por muchos cientos de genes. “Tocar, aplaudir y bailar en sincronía con el ritmo de una canción es el núcleo de nuestra musicalidad humana”.
El estudio también descubrió que la sincronización de latidos comparte parte de su arquitectura genética con otros rasgos, incluidos ritmos biológicos como caminar, respirar y patrones de rutina diaria.
Por su parte, la autora,Maria Niarchou, profesora asistente de investigación en el Departamento de Medicina, dijo que los hallazgos del estudio “establecieron nuevas conexiones entre la arquitectura genética y neuronal del ritmo musical, mejorando así nuestra comprensión de cómo nuestros genomas sintonizan nuestros cerebros al ritmo de la música”.
Pero hay que tener presente que no solo la genética tiene que ver con la habilidad para bailar, sino que existen otros aspectos que influyen, como el entorno y las habilidades rítmicas individuales.