Hay personas que no sienten el más mínimo placer ni se emocionan cuando escuchan una melodía.
Investigadores españoles han identificado por primera vez la anhedonia musical o, lo que es lo mismo, la ausencia de placer con este estímulo.
Muchas de las funciones y mecanismos biológicos del ser humano tienen sentido para su supervivencia. Algunos estímulos de recompensa se vinculan a ciertos actos para mantener, en primer lugar, el cuerpo con vida y, en segundo, para poder trascender al propio individuo. Así, la comida genera placer y éste nos mueve con mayor ahínco a buscar avituallamientos para el día.
Sin embargo, existen placeres que, aún estando presentes en todas las culturas, no están ligados con el instinto de supervivencia. Es el caso de la música.
Aunque no tiene ninguna ventaja biológica, la música es una de las experiencias más placenteras del ser humano. Sin embargo, poco se sabe sobre las diferencias entre individuos en cómo experimentan este sistema de recompensa en actividades relacionadas con la música, afirmna Josep Marco-Pallarés, del Grupo de Cognición y Plasticidad Cerebral del Instituto de Investigación Biomédica de Bellvitge, Barcelona.
Para averiguar cómo eran esas diferencias, este investigador junto con otros del grupo de Psicología Básica de la Universidad de Barcelona y del Instituto Neurológico de Montreal, Canadá, realizaron un estudio cuyos datos se publicaron en la revista Music Perception.
Tras realizar un cuestionario a 2.000 personas, descubrimos que había distintos aspectos por los que gusta la música. A unas personas les genera placer porque les emocionaba, a otras porque les hace bailar, otras la vinculan con temas sociales… Pero lo que nos llamó la atención fue que algunos participantes decían que les resultaba indiferente, pero sí sentían placer con otras cosas como las caricias o la comida, explica Marco-Pallarés.
La amusia
Aunque un trastorno podría estar detrás de este hecho, la amusia, es decir, que tuvieran una alteración que les inhabilitara para reconocer tonos o notas musicales, decidieron estudiarlo más profundamente. La amusia se da en el 2%-3% de la población.
La amusia puede ser adquirida o congénita. Se pueden encontrar diferentes tipos de amusia:
Amusia pura
Incapacidad para identificar o producir secuencias melódicas conocidas pero no sonidos del habla o el ambiente.
Alexia Musical
Incapacidad para leer la notación musical.
Agrafía Musical
Incapacidad para escribir la notación musical. El caso más conocido es el del compositor Maurice Ravel, cuya afasia de Wernicke y amusia progresiva le acompañaron hasta el final de sus días.
En un segundo estudio, cuyos datos recoge ahora la revista Current Biology, volvieron a realizar un cuestionario a 1.000 personas. «Buscábamos tres grupos equilibrados en diferentes aspectos, pero uno muy sensible a la música, otro intermedio y el otro indiferente». De esta manera, establecieron tres grupos, de 10 personas cada uno, a los que realizaron diferentes pruebas y registros para ver si tenían respuestas fisiológicas asociadas al placer generado por la música y si se correspondía con el vinculado al dinero.
«Elegimos el dinero porque es un buen control, pues es una recompensa abstracta, como la música; me permite llegar a estímulos primarios; y activa muy bien las áreas de recompensa», aclara Marco-Pallarés.
De esta manera, pudieron comprobar que había personas que, sin ningún trastorno de base y aunque eran capaces de sentir placer cuando estaban a punto de ganar dinero -como simulaba uno de los juegos que realizaron- no se emocionaban con ningún tipo de música que escucharon. Y no sólo se trató de una percepción subjetiva, su cuerpo no respondía biológicamente a este estímulo.
«Medimos su frecuencia cardíaca y los cambios en la conductividad de la piel por sudoración, que es un buen indicador. Aunque algunos participantes refirieron sufrir escalofríos al escuchar alguna pieza musical, en realidad lo dijeron porque, en función de las preguntas, pensaban que eso era lo que se esperaba de ellos, pero luego los registros mostraron que no había emoción», afirma Marco-Pallarés.
Estas personas no son incapaces de sentir placer, porque sí lo experimentaron en las pruebas de dinero. Además, son capaces de reconocer las emociones que una melodía quiere transmitir, lo que no pueden es sentir esas emociones.
«Que no te guste la música es curioso, pero lo interesante es que con este estudio demostramos que cada tipo de estímulos accede al sistema de recompensa por distintas vías. Hasta ahora, cuando se hablaba de anhedonia se pensaba en algo global. Lo que hemos visto es que esto está disociado».
Todavía no saben cuántas personas pueden ser inmunes a la música ni cuál es la explicación a este hecho. Nuestra hipótesis es que hay una mala conexión entre las áreas primarias del cerebro que activa la música (el núcleo accumbens) con otras zonas más superficiales, como las que procesan la audición (área supratemporal) y las áreas de integración de la información (zona frontal)», señala.
Además, este hallazgo podría servir para replantearse las terapias musicales que se usan para la recuperación de personas con ciertas patologías como el ictus, las demencias, etc.
Aquí puedes encontrar más información relacionada con el cerebro y la música