Según un estudio de la Unión Europea, el número de personas que asisten a conciertos está disminuyendo.
Los conciertos, tal y como los concebimos hoy en día, han permanecido prácticamente igual desde hace mucho tiempo.
El director de orquesta Baldur Brönnimann propone diez medidas para cambiar este formato y así atraer nuevos públicos.
Estas son las diez cosas que propone cambiar en los conciertos para atraer más público:
1. El público debería sentirse libre de aplaudir entre los movimientos.
Gustav Mahler introdujo el hábito de sentarse en silencio hasta el final de una pieza y creo que, después de unos 100 años, ha llegado la hora de cambiarlo. Me encanta que la gente aplauda entre los movimientos. Es una expresión espontánea de gozo y la gente no debería dudar en mostrar sus emociones en un concierto.
2. Las orquestas deberían afinar los instrumentos fuera de escena.
Hay algo muy emocionante al escuchar a una orquesta estupenda en una sala excelente. No deberíamos estropear el impacto de los primeros sonidos de una pieza emitiendo al azar muchos de estos mágicos sonidos al principio de un concierto. Es como si el Preludio, las Gigas o el Lontano de Lohengrin sonasen de forma extraña tras afinar sobre el escenario. Deberían surgir del silencio total.
3. Deberíamos poder utilizar teléfonos móviles (en modo silencio).
No me refiero a hacer llamadas telefónicas, por supuesto, pero en lugar de desconectar los teléfonos, la gente debería poder tuitear, hacer fotos o grabar los conciertos silenciosamente. Si la gente compra entradas, debería tener derecho a grabar lo que ve y compartir sus ideas con otros.
4. Los programas deberían ser menos predecibles.
Los bises son a menudo lo que más se queda grabado en la memoria de la gente y creo que los programadores deberían arriesgarse y no imprimir siempre todo el programa, sino solamente ciertas obras clave. En un concierto debe existir un elemento de imprevisibilidad. Puede ser una pieza, una ubicación diferente, un pequeño elemento de música de cámara o cualquier otra cosa. Simplemente, algo inesperado.
5. Debería permitirse llevar bebidas a la sala.
Es posible hacerlo en un concierto pop y no sé por qué no debería hacerse en un concierto clásico si la sala lo autoriza. Me gusta relajarme en un concierto, pasarlo bien y no tener que vaciar el vaso de un trago tras el intermedio.
6. Los artistas deberían participar con el público.
Muchos de nosotros lo hacemos: hablamos con el público antes, después o durante los conciertos. Sin embargo, esto no puede ser optativo, debe ser obligatorio para todos los artistas al menos poder presentar una pieza, saludar al público o firmar un programa. En este sentido, creo que es vergonzoso que a menudo se impida al público estar entre bastidores después de un concierto. Todo el mundo debería poder hablar con los músicos y compartir sus ideas y opiniones, ya sea entre bastidores o en el bar. No vivimos en una torre de marfil y tenemos la obligación de hablar con la gente que ama la música tanto como nosotros.
7. Las orquestas no deberían tocar con frac.
Es una idea vieja y fácil, pero creo que sigue siendo cierta. No creo que la percepción de una orquesta cambie simplemente por tocar con camisas de colores, pero sin duda los fracs ya no se llevan. Están demasiado asociados al siglo XIX. Existen en el mercado tipos de trajes con clase y mucho mejor aspecto.
8. Los conciertos deberían ser más aptos para familias.
Las personas que tienen niños pequeños también quieren ir a conciertos, pero tienen que poder salir de la sala rápida y silenciosamente cuando los pequeños se aburran. Al igual que las aerolíneas, las salas de conciertos deberían esforzarse más en cuanto a pensar en las familias con niños de corta edad y ofrecer butacas prioritarias cerca de las salidas. Nunca me ha importado que un bebé se ponga a llorar durante una pieza, pero la gente debería poder entrar y salir, porque algunos conciertos pueden ser largos incluso para los adultos. Zonas de juego, contenidos interactivos, incluso guarderías… las salas de conciertos necesitan pensar en las familias.
9. Las salas de conciertos deberían usar más tecnología de vanguardia.
Parte de la emoción de la música clásica en directo es ver a la gente interpretarla de cerca. Hoy en día tenemos una percepción visual diferente que hace cien años, así que ¿por qué las salas de conciertos no usan pantallas para mostrar los detalles de una actuación para la gente que no pueda verla desde la parte de atrás? ¿Por qué no usamos más mejoras físicas para las salas de conciertos acústicamente difíciles? ¿Por qué no ofrecer más contenidos para descargar antes y durante una actuación? Hay un purismo innecesario acerca de la tecnología en las salas de conciertos, pero debemos trasladar la experiencia de los conciertos al siglo XXI. Como artistas creativos, deberíamos estar a la vanguardia de usar la tecnología creativamente.
10. Todos los programas deberían contener una pieza contemporánea.
Además del elemento inesperado, a menudo los programas de música clásica carecen de relevancia o innovación. Todas las piezas fueron en su día nuevas e inesperadas y tenemos de volver a conectar el repertorio clásico con nuestras vidas contemporáneas, debemos tocar la música de nuestro tiempo. Esto no significa que no debamos interpretar las obras maestras del pasado, pero la música clásica se ha convertido en una especie de “fetichización del pasado”, tal como Alex Ross la llama en un estupendo artículo sobre la influencia de Beethoven en la música clásica para The New Yorker. También es importante para el repertorio más antiguo, ya que al tocarse junto con obras contemporáneas se arroja una luz diferente sobre las obras maestras clásicas.
¿Se os ocurre alguna idea más?
Fuente: Baldur Brönnimann