La música tiene innumerables beneficios, potencia la creatividad, reduce la ansiedad, etc. Pero ¿qué ocurre cuando escuchamos a alguien que canta mal?
Para empezar, debemos saber cómo entra la música en nuestro cerebro.
El oído externo es el que capta las ondas de sonido y las introduce en el canal auditivo, donde se encuentran con el tímpano antes de pasar al oído medio. Tres pequeños huesos allí situados amplifican las ondas, que siguen su camino hasta el oído interno, donde atraviesan el caracol, cuyos fluidos estimulan un pequeño nervio que convierte las ondas en impulsos eléctricos. El nervio auditivo transmite estos impulsos al cerebro, que los interpreta como un sonido.
Cada zona del cerebro es afectada por distintos elementos de la música, como ritmo, letra o tonalidad.
Si escuchamos a alguien que canta mal, Carlos Tejero, vocal de la Sociedad Española de Neurología indica que: «Una parte de nuestro cerebro busca patrones de seguridad. A lo largo de la vida, vamos definiendo qué es para nosotros cantar bien. Y cuando ese patrón no se repite, la sensación es desagradable. El hombre primitivo ya se agarraba a estos patrones para detectar el peligro. Es la misma señal de alerta que le saltaría a alguien que vive aislado de la civilización y de repente aparece en una calle atestada de tráfico».
Como indica el neurólogo, hay personas más sensibles a una voz desafinada. Pero el origen del rechazo es el mismo: temor.
No acatar esta pauta de protección cerebral (una canción que no se ajusta a nuestra idea de corrección) afecta a la amígdala cerebral (conjunto de núcleos de neuronas cuyo papel principal es procesar y almacenar reacciones emocionales), provocando una respuesta física que nos conduce al enojo.
Si quieres ampliar la información, recomendamos el interesante libro «La música y el cerebro».
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Y si no queremos desafinar, aconsejamos el fantástico libro de Grahan Hewitt «Cómo cantar», un excelente manual que demuestra que todo el mundo puede desarrollar una buena técnica vocal.